lunes, 22 de septiembre de 2014

A Guara por Monegros hasta Alquézar

Tras el parón veraniego obligado por vacaciones, festejos y demás compromisos, retomamos las salidas de domingo, esta vez con la visita a uno de los pueblos más bonitos de Aragón: Alquezar.


Como siempre digo, toda ruta que lleva a un sitio bueno para salir con la moto, bien sea para disfrutar de una buena carretera, como de llegar a un enclave determinado, implica chuparse unos cuantos kilómetros de ruta aburrida o monótona. En este caso, para tratar de evitar ese factor en la medida de lo posible, Juanjo y yo, a lomos de nuestras Kawasaki Vulcan 900 y Triumph América respectivamente, decidimos encaramarnos a la sierra de Guara evitando la autovía en la medida de lo posible.


Para ello, el camino de ida elegido no fue ni más ni menos que Leciñena - Alcubierre - Sariñena - Berbegal y Fornillos en dirección a Barbastro. 120 kilómetros con carreteras en un estado por lo general bastante bueno, salvo el último tramo, a partir de Peralta de Alcolea y especialmente en Fornillos, donde aparecieron unas endiabladas curvas y una carretera anormalmente estrecha. Cuando llegamos nosotros aquello estaba en obras, por lo que confiamos que en un futuro no muy lejano, ese tramo se haya completado, rodeando el pueblo por una variante.


Nos acompañó durante prácticamente toda la ida un tiempo nublado, con la amenaza de lluvia muy presente en el cielo y la probabilidad de dar media vuelta en cualquier momento.


Una vez alcanzado Barbastro, tras una pequeña vuelta al pueblo, fruto de una confusión en una rotonda, nos encaminamos hacia Alquezar, por la A-1232, una carretera ancha y con el firme en muy buen estado a lo largo de su serpenteo junto al lado Vero. 23 kilómetros después, bien acompañados todo el camino por runners y ciclistas, brillaba a la luz del sol,  salido de entre las nubes el imponente conjunto histórico-artístico de Alquezar.


Tras un par de horas de rodaje, decidimos hacer nuestro alto en el camino en un complejo formado por restaurante, gasolinera, centro de aventura donde dimos buena cuenta de unos suculentos bocatas de longaniza de Graus, con su huevo frito y patatas incluidas. Toda una delicatesen.
Desconfiados del tiempo, que parecía no descampar, perdonamos la visita al casco histórico de Alquezar y decidimos llenar los depósitos y afrontar el tramo que nos quedaba de vuelta a casa, esa carretera que tantas ganas teníamos de hacer y para lo que realmente habíamos acudido hasta ahí.


Unos días antes de salir hacia ahí, delante Google Maps, traté de escoger la carretera que nos permitiese cruzar la Sierra de Guara de la forma más amplia posible, sin pensar excesivamente en la calidad del suelo y sí en el trazado en sí. Juanjo confió en mi criterio y durante la siguiente hora creo que se acordó de mi familia unas cuantas veces, después de 56 kilómetros de curvas a izquierda y derecha, en carretera estrecha con un firme en ocasiones bastante poco fiable y con un flujo de tráfico en sentido contrario mayor del deseado en una carretera de un único carril para dos sentidos.


Desde ese complejo situado a la entrada de Alquezar, nos dirigimos a la entrada a la carretera que conduce a Adahuesca y Alberuela de Laliena, a escasos 100 metros.


No debemos olvidar que la Sierra de Guara se ha convertido desde hace bastante tiempo en una zona muy apreciada por los aficionados al barranquismo, el rafting, la espeleología, escalada, BTT... E incluso algún que otro motorista... El atractivo de esta zona reside en el laborioso trabajo que durante millones de años han realizado pacientes el Vero, el Guatizalema, y el Alcanadre, entre otros muchos barrancos y afluentes del Cinca. Sus aguas bravidas han ido excavando surcos sobre las montañas de la Sierra de Guara, abriendo profundas brechas en forma de cañones, dibujando un paisaje único en Aragón. Así mismo, esta extensa zona escarpada ha situando a esas pequeñas localidades oscenses en el mapa, gracias a su atractivo turístico, llegando  a convertir a la zona en nada menos que Parque Natural de Sierra y Cañones de Guara en el año 1990.


Volviendo a la ruta, y como habréis podido comprobar, una zona marcada por su orografía hasta en el nombre (sierra y cañones) ya sabemos que va a presentar un trazado enrevesado y lleno de curvas.
Para ello, y teniendo muy en cuenta las máquinas sobre las que vamos montados (tipo custom/cruiser), sacrificaremos velocidad en favor de una mayor seguridad.


Las curvas ciegas a izquierda y derecha con la probabilidad de encontrarte un vehículo en dirección contraria nos cohíben mucho a la hora de arriesgar más o menos en las curvas, así como en los numerosos puentes que salpican el trazado salvando los ríos y barrancos, cuyo firme era casi en su totalidad de tierra y/o gravilla.
Aún así, en un par de curvas tocó echar el pié al suelo sin tener que lamentar mayor inconveniente.


Una vez alcanzado Bierge, el flujo de tráfico en sentido contrario se ve reducido notablemente, al tratarse de una de las poblaciones más destacadas de la Sierra de Guara, donde destaca el imponente "salto de Bierge", un salto de agua del río Alcanadre, centro neurálgico al que peregrinan los amantes de los deportes de aventura.


Nosotros, por nuestra parte, en el propio Bierge pillamos el desvío a mano izquierda, rumbo a Morrano, Panzano y Aguas. Si os animáis a hacer esta ruta y ya habéis tenido suficientes curvas, podéis tirar hacia la izquierda y aparecer en la autovía por Abiego.


Seguimos con nuestro ritmo, curveando y pillando esos puentes que tan poca confianza nos dan. El paisaje acompaña, en el cielo siguen las nueves y el clima es agradable. De repente te olvidas de todo, te centras en la moto y las curvas y vas cogiendo más confianza. Llegamos a la altura de Panzano y recuerdo un buen viaje ahí, en el camping Cañones de Guara y Formiga, muy bien equipado, con unos bungalows acojonantes y unos apartamentos de lo más acogedor.


Continuamos por la A-1227 por Aguas, Sipán y finalmente Bandaliés, donde el trazado cambia radicalmente y empiezan a hacer su aparición, después de cincuenta kilómetros, las rectas. Apenas hemos entrado en plena Hoya de Huesca y a nuestra derecha nos esperan imponentes los restos de lo que en su día fue el majestuoso castillo de Montearagón, Casa de los Reyes de Aragón y bastión cristiano durante los años de la gresca entre los moros y los cristianos.


La fortaleza ya nos indica que hemos llegado a la capital Oscense y que no nos queda nada para la vuelta a casa. 97 tediosos kilómetros de la autovía que hacemos reventados, pero con la sensación de haber hecho una ruta increíble. Orgullosos de haber tomado el camino que normalmente se evita, cruzando la comarca de Monegros de sur a norte, como cantaba Joaquin Carbonell:


"Cuando vayas a Huesca,
por los Monegros,
échate cuatro tragos,
de vino negro..."


Todo un ejercicio para los sentidos perderse por Guara, entre roca y agua, en medio de la naturaleza, bajo la sombra y al mirada de las grandes moles de piedra de los majestuosos y barbiblancos picos del Alto Pirineo, eternos vigilantes de su propia frontera, la que empieza justo donde Guara termina.


CONCLUSIÓN:




295 kilómetros, ruta recomendada para realizar en abril/mayo ó septiembre/octubre, tratar de evitar la época estival, así como puentes y fiestas de guardar durante el buen tiempo, dada la afluencia de vehículos que se dirigen tanto a visitar Alquezar como a realizar deportes de aventura en la zona.
Importante repostar en Barbastro o en Alquezar, ya que durante el tramo de 56 kilómetros de curvas o no hay, o las habían escondido muy bien. Tomarse con tranquilidad el curveo y especial atención a los puentes y la gravilla que los cubre de punta a punta y especialmente a la entrada y salida de los mismos.















miércoles, 9 de julio de 2014

Paniza, Daroca, Teruel norte y otras carreteras secundarias...

La ruta de la que os voy a hablar hoy, se aleja de las tierras monegrinas a las que ya os tengo acostumbrados y nos adentra de lleno en una tierra que bien podría ser un claro ejemplo de aquello en que la vida rural de Aragón se ha convertido.


La nacional 330/234, más conocida como la "carretera vieja" de Teruel duerme tranquila, alejada del ruido y las prisas que producen el terrible progreso y el hormigón. A su marcha, como siempre ha sido ella.


Por su agrietado y maltrecho asfalto que tanto tráfico han sostenido durante años ha quedado relegada a un segundo plano, en favor de las prisas por llegar a latitudes más meridionales; no se me confundan, que esa autovía (La Mudéjar que la llaman) no es la autovía de Teruel, sino la que en poco más de dos horas alcanza la tierra de las naranjas, las fallas, el Mare Nostrum y la madre que la parió...


Cuando uno rueda por aquella carretera no puede evitar recordar por un momento aquella película de animación de la factoría Disney/Pixar llamada "Cars", donde unos simpáticos coches parlantes vivían en un pueblo aislado por una nueva super-autopista, abocados al abandono y a la destrucción de sus sencillas formas de vida.
Era curioso comprobar cuantísimo se asemejaban tópicos como el deterioro del firme, las mismas gasolineras precintadas, los mismos bares y hoteles de carretera chapados, etc... Con una única e insalvable diferencia, que no es otra que la diferencia entre la ficción y la realidad.


Aquella carretera alberga al menos una treintena de pueblos (tan sólo desde Zaragoza a Teruel capital) a los que flaco favor le ha hecho el trazado de la A-23. En esos treinta municipios, no viven coches parlantes, ni coches de carreras con afán de superación, no nos engañemos. Esos cada vez menos poblados y más envejecidos municipios están habitados por personas cuya forma de vida está anclada al medio rural, el cual agoniza a uno y otro lado de la autopista, como un fusilado en la cuneta o un zorro atropellado en el arcén.


Y es que todo se acaba resumiendo a una cuestión de tiempo, pues nosotros, bien seamos el turista, el viajero, o el rutero, tenemos demasiada prisa. Demasiada prisa en llegar a Valencia, a la playa o a las fiestas de Teruel.


Yo quiero invitar desde este humilde blog a que conozcáis joyas como Daroca, a que probéis el Jamón de Calamocha o que descubráis lo fuerte que suenan las campanas de la iglesia de San Martín del Río.¡ Eso sí que es Mudéjar y no la autopista!











INICIO DE LA RUTA


Domingo 6 de Julio de 2014, parcialmente nublado, sin aire.


Como acostumbro, iniciaré la ruta desde mi pueblo, Alfajarín, y me adentraré a la N330 tras cruzar la Z40 que abraza la inmortal ciudad de Zaragoza por el sur, hasta enlazar con la A23. Evitaremos durante unos kilómetros el tomar la N330 para evitar la densidad de tráfico y las peligrosas rotondas que se agolpan en Cuarte, María de Huerva y alrededores hasta tomar la salida de Botorrita.


Una vez adentrados en la N330 de lleno, comprobaremos de primera mano la anchura de la carretera que será constante durante toda la ruta. Así mismo, comprobaremos la escasa densidad de tráfico con que cuenta este tipo de vía, relegada a un segundo plano y conquistada por ciclistas y moteros en domingos y demás fiestas de guardar.


Realizaremos el primer tramo que nos llevará hasta Cariñena, atravesando mediante travesía la población de Longares. Se trata de 73 kilómetros muy tranquilos, llanos y bastante rectos que nos servirán de preámbulo a uno de los grandes alicientes de esta ruta: Paniza.




EL ALTO DE PANIZA Y DAROCA.


Una vez rebasada Cariñena, con sus vides y bodegas flanqueándonos a ambos lados, encararemos las verdes faldas de la sierra de Algairén, una destacada estribación del Sistema Ibérico. Notaremos como tras atravesar un par de rotondas de manufactura bastante reciente la carretera empieza a picar suavemente hacia arriba. El puerto de Paniza cuenta con dos amplios carriles de suaves y rapidas curvas a aizquierda y derecha, contando además con un tercer carril adicional para el tráfico lento en las subidas.
Prácticamente en la cima del puerto (938 m), pasaremos bajo las pilastras que sujetan la autovía y llegaremos a un gran edificio abandonado: el antiguo bar restaurante "el Balcón".


Tras una leva bajada de curvas igual de rápidas e igual de suaves, notaremos cómo la carretera vuelve a picar hacia arriba para alcanzar el alto de Huerva, hermano pequeño de el de Paniza.


De nuevo una bajada rápida y suave que nos llevará parejos al río Huerva, deleitándonos con el olor de su ribera y con la sombra de su vegetación.


Poco kilómetros después, el campo y las tierras de labriego nos anunciarán que estamos llegando a Mainar, donde las tierras de secano nos acompañarán un buen trecho hasta nuestro siguiente objetivo: La imponente ciudad de Daroca. Escenario de un sinfín de episodios de la más profunda y arraigada historia de Aragón, desde la época de los romanos, el islam, la Edad Media o las Guerras Carlistas. Muy recomendable parada para repostar y conocer sus calles, edificios y monumentos más significativos.



HACIA CALAMOCHA


Si antes teníamos el placer de acompañar al río Huerva en una fase mucho más primigenia de la que es su trasiego y muerte en las calles de Zaragoza, ahora es el turno del Jiloca.


La también poco transitada N234 nos servirá de modo de enlace con Calamocha, atravesando poblaciones tan singulares como San Martín del Río, Báguena o Burbáguena (AKA La Bur), anunciadas por sus respectivas torres mudéjares, espectaculares y a cual más representativa del estilo.


Finalmente alcanzaremos Calamocha, famosa por sus jamones, donde a ambos lados de la travesía podemos encontrar buenos lugares tanto para tomar un tentempié como para proveernos de algún "recordatorio" (véase un jamón con DO Teruel, for example). Teniendo en cuenta que todavía no hemos alcanzado el ecuador de nuestra ruta (120 kms) y que se avecinan varias tiradas largas, parar a repostar y a almorzar en Calamocha es muy buena opción.




CRUZANDO EL NORTE DE TERUEL




Bajaremos hasta Caminreal para tomar la N211 dirección Montalbán. Se puede ir por otras rutas a través de carreteras comarcales como la A 1508, que discurre junto al río Pancrudo y que nos sirve de atajo, pero se trata de calzadas demasiado estrechas y aunque menos transitadas (todavía) que la N211, la calidad del firme deja mucho que desear. No obstante, queda a elección del motorista escoger una u otra, pues ambas van a encontrarse en la población de Vivel del Río Martín.
A destacar en este tramo los paisajes despoblados, la tierra rojiza y la sensación de tranquilidad.


Es un tramo largo (desde Calamocha unos 58 kilómetros), en el que encontraremos tanto a izquierda como a derecha una buena colección de desvíos a carreteras secundarias que conectan a través de montes y valles con poblaciones más alejadas. Dependiendo del tipo de moto (trail o enduro) se pueden convertir en alternativas dignas de descubrir si salimos con tiempo.


Continuaremos dirección Montalbán/Utrillas hasta una rotonda que nos mandará por la A 222 dirección norte, hacia la población de Muniesa.



LA HOZ DE LA VIEJA


A pesar de ser una carretera "secundaria", es un tramo relativamente ancho y con un asfalto en bastante buen estado. Cuenta con bastantes curvas rápidas y se convierte en uno de los tramos más divertidos de la ruta, donde el paisaje de la sierra de Cucalón se convierte en cómplice para presentarnos "La Hoz de la Vieja". Se trata de un pueblo que sorprende por su enclave en una ladera, a la sombra de los restos de su castillo.


Apenas llevaremos recorridos 20 kilómetros de la A 222 cuando dejaremos atrás la sierra y el llano volverá a hacer su aparición para llevarnos hasta Cortes de Aragón y Muniesa.




CAMPO DE BELCHITE


Continuaremos por la A 222 a través de interminables rectas hasta alcanzar la localidad de Lécera y poco después la de Belchite.


Ya sólo queda una tirada para llegar a casa de 40 kilómetros a través de la interminable recta de Belchite,




CONCLUSIÓN

290 kilómetros que surcan el suroeste de la provincia de Zaragoza y el norte de Teruel. Carreteras muy poco transitadas y con un asfalto bastante bueno en la mayoría de los casos. Recomendable realizar de cara al buen tiempo debido al posible mal estado de las carreteras en invierno en Paniza y en la zona de la A 222 antes de llegar a la Hoz de la Vieja.


Ruta fácilmente ampliable hacia cualquier dirección y con posibilidad de dar media vuelta (si no hemos sobrepasado Calamocha) por la A 23 en caso de necesidad.


Recomendable hacer con tiempo y detenerse en Daroca y Calamocha casi obligatoriamente.















viernes, 3 de enero de 2014

De visita a Los Torrollones de Monegros

El pasado lunes 30 de diciembre del 2013 decidí encararme de nuevo hacia los Monegros, esa desconocida y a la vez fascinante comarca que se extiende desde las mismas riveras del Ebro hasta la Hoya de Huesca, el Cinca Medio o el Somontano de Barbastro. Probablemente la comarca menos poblada de Aragón, por no decir de España y tal y como afirma la sociedad entomológica aragonesa (y ahora sí que sí, cito literalmente de la Wikipedia):

"Los Monegros son un ecosistema singular, maduro, único en Europa, cuya riqueza biológica ha demostrado ser excepcionalmente importante en términos cuantitativos y cualitativos. La biocenosis documentada de Los Monegros sobrepasa las 5.400 especies biológicas, cifra superior a la conocida de cualquier otro hábitat nacional o europeo, presentando el mayor índice de novedades taxonómicas (nuevas especies para la ciencia) de toda Europa en lo que va de siglo, con un alto grado de endemismos y citas únicas para el continente y con numerosos ejemplos de distribuciones biogeográficas y adaptaciones ecológicas novedosas de enorme interés científico. No existe, con datos objetivos y contrastados, ninguna otra zona o espacio físico en nuestro territorio nacional, y tal vez en toda Europa, que pueda siquiera compararse a las singularidades, novedades, rareza y riqueza biológicas que hoy están documentadas científicamente de Los Monegros."

La comarca en cuestión, aunque bastante despoblada, no debemos olvidar que está salpicada por un buen número de pueblos, unidos entre sí por (en la mayoría de los casos) pésimas carreteras comarcales salvo honrosas excepciones que caracolean en torno a la capital: Sariñena. La colección de baches, curvas con gravilla, firmes desiguales o socavones puede hacer que el motorista se piense dos veces la idea de conocer estos parajes, por ello extremaremos la precaución, seremos muy rigurosos con la velocidad y nos aseguraremos de llevar la moto en buenas condiciones.

Independientemente del estado del asfalto, habrá que tener en cuenta que el termómetro oscila en torno a los 2 - 3 grados y que el cielo está bastante encapotado, por lo que las condiciones climatológicas tampoco están precisamente de nuestro lado.

La ruta escogida para esta ocasión parte de Zaragoza y nos adentra directamente al corazón de los Monegros a través de Villamayor, Perdiguera y Leciñena. Es un tramo de unos treinta y cinco kilómetros, probablemente el de mejor trazado, rectas y calidad del firme de todo el recorrido. Los susodichos pueblos se atraviesan por sendas travesías obstaculizadas por molestos badenes. A parte de eso, podríamos destacar como principal atractivo de dicho tramo son dos imponentes rectas con muy buena visibilidad.

Superado este tramo, a la altura del kilómetro 41, aproximadamente, coronaremos el puerto de Alcubierre, donde deberemos extremar la precaución una vez coronemos la cima especialmente en los meses de invierno. La cima se encuentra flanqueada por pinares y las propias paredes de la montaña, por lo que el sol tan apenas seca la humedad de la carretera en todo el día. Es una bajada bastante "laminera", pero hay que poner a punto los cinco sentidos y quizá alguno más.

Cinco o seis kilómetros después, alcanzaremos el pueblo que da nombre al puerto que acabamos de cruzar y ahí, como ya es costumbre, y dado que llevaremos unos 50 mins. sobre la moto, aprovcecharé para desviarme hacia Robres (6 km. dirección norte) donde el que quiera almorzar puede hacerlo, o como hice yo en esta ocasión, aprovechar el fuego para calentarme (mejor dicho, descongelarme!!) y echar un cortadico en La Plana.

Tras al pausa, regresaremos a Alcubierre y una vez ahí continuaremos nuestro periplo por tierras Monegrinas dirección este, hacia Lanaja. Continuaremos por una carretera totalmente recta, ancha y cómoda, más o menos hasta el momento en que cruzamos un paso elevado que salva el Canal de Monegros. De ahí en adelante, la carretera se estrecha considerablemente y el asfalto empeora hasta límites insospechados.
En breves, deberemos estar atentos, pues en cruce que debemos tomar es un giro a la izquierda, en cuesta y sin visibilidad. Casi ná pal cuerpo!!

Justo en cuanto la carretera empieza a picar cuesta arriba y culebrea en un par de curvas de trazada bastante rápida, se nos viene encima una curva cerrada a la derecha, que será cuando debemos reducir la marcha y señalar con el intermitente con mucha antelación nuestra intención de coger ese desvío.

Ahí tomaremos dirección a "Cantalobos", un pueblo de colonización de unos 140 habitantes, fundado en 1964, con la venida del regadío.  Como anécdota reseñable del día, diré que no se que coño hice pero me perdí en ese pueblo de poco más de cinco calles. Menos mal que una señora muy amable me indicó el camino!






El tramo es bastante malo, llegando a desaparecer el asfalto casi por completo al verse cubierto por tal cantidad de gravilla y tierra movida por vehículos agrícolas. Aunque eso no es lo peor de todo, pues además cuenta con unos divertidísimos baches y alguna que otra curva bastante cerrada donde deberemos extremar la precaución.

Una vez atravesado Cantalobos, encararemos una carretera tan mala como ésta, que es la del tramo que nos unirá a Poleñino (pueblo famoso por ser la última morada en vida de Alfonso I El Batallador, donde falleció a causa de las heridas de una batalla en Fraga contra los moros). Durante el camino disfrutaremos de enormes extensiones de cultivo, como el maíz, que es esta época del año está especialmente alto. Al tratarse de una zona agraria y de una carretera tan estrecha, es más que probable el encontrarnos con tractores, cosechadoras y algún que otro vehículo para el trabajo del campo.

Atravesaremos un cruce con un stop que nos puede mandar a Orillena (derecha) o a Montesusín (izquierda). Nosotros, tras hacer el stop continuaremos recto.

Llegaremos a Poleñino, el cual deberemos cruzar mediante una travesía para salir a una carretera en bastante buenas condiciones que nos llevará a una rotonda que nos puede mandar a Grañén, Sariñena, Lalueza o Zaragoza, pero hoy, me decantaré por continuar todo recto, pues el objetivo de esta ruta es llegar hasta los Torrollones de piedra que se elevan junto a las localidades de Alberuela de Tubo o Sodeto (entre otras).


Para ellos continuaremos recto, y en un par de kilómetros nos encontraremos con un paso a nivel con barreras, de los que ya quedan pocos. A partir de ese momento la carretera se vuelve a estrechar ligeramente, pero lo que de verdad nos va a llamar la atención va a ser la compañía a mano izquierda durante el resto de nuestro viaje de esos gigantes de piedra de cabeza plana que gobiernan sentados en lo alto de su montaña los Monegros.

Atravesaré Sodeto (no es preciso entrar en el pueblo) y continuaré un poco más adelante (dirección Alberuela de Tubo) para coger un desvía hacia el parque de aventuras "La Gabarda", el cual se encontraba cerrado dadas las fechas en que estábamos, pero desde donde los Torrollones se pueden apreciar de forma espectacular (a pie de carretera, claro está!). Más información en http://www.lagabarda.com/.

La vuelta la decidí hacer por Lalueza y Lanaja, hasta Alcubierre y ya de vuelta a Zaragoza. La carretera no es especialmente mala. En total unos 160 kilómetros más o menos, dignos de hacer en estas fechas, dada la espectacular panorámica que nos ofrecen en un primer plano esos grandes cabezudos de piedra, y en segundo plano, de fondo, un imponente Pirineo totalmente nevado. Un regalo para los sentidos.


En resúmen, se trata de una ruta sencilla, de unas 3 horas y media de duración, que nos llevará al corazón de Monegros y nos hará disfrutar un poco más de nuestro "sur de Texas" particular que tenemos a un paso de Zaragoza.