Después de un verano de lo más entretenido entre pedrolos y caminos de tierra gastando las Mitas Terraforce en busca de yacimientos celtíberos, tocaba volver al mainstream de las carreteras, las curvas y los puertos de montaña.
Para ello, he decidido visitar la región des Hautes Pyrènèes del país galo tanto para reencontrarme con grandes puertos que ya visité hace algún tiempo ( TRANSPIRENAICA 2015 ), como para descubrir cimas nuevas.
Como he dicho en más de una ocasión, me supone un placer especial no solo el hecho de hacer la ruta en sí, sino los días (e incluso semanas) previos de planificación de la misma. Cuando diseño las rutas siempre busco que estas destaquen por algo que haga que merezca la pena visitarlas: ya sea por su trazado, por el paisaje, por los enclaves o por la propia orografía del terreno. Y si hay algo que me han enseñado los años que llevo en esto es que si encuentras los puertos de montaña, todo lo demás viene rodado.
Para localizar a los "gigantones de la ruta" me sirvo básicamente de 2 herramientas. Una de ellas es una aplicación de ciclismo en la que suelo encontrar información detallada de los puertos vistos sobre un mapa y la segunda, basada en una experiencia personal que me devuelve a mi más tierna infancia.
Cuando pienso en mis años chicos no puedo evitar recordar aquellas calurosas tardes de verano frente al televisor disfrutando del Tour de Francia en directo. Aquello años de reinado de gente como Perico, Induráin, Escartín, Jalabert... Y los otros nombres propios: Tourmalet, Aubisque, Aspin, Hautacam... Auténticos gigantes de piedra convertidos en lugares de culto, altares paganos cuya conquista se convertía en un ritual, con los ciclistas trepando sobre ellos a golpe de riñón, con sus nombres pintados sobre la carretera, ante los gritos de miles de aficionados jaleando a ambos lados de la serpiente multicolor, como testigos de excepción.
Hoy, tres años después de mi primera visita por estas tierras, aprovecho para volver a trepar aquellas cuestas imposibles, a rodar con mi moto sobre los nombres propios de las moles pirenaicas en las que tantas veces se ha decidido el ganador del Tour. Tres años después regreso a Francia a disputar el maillot blanco de puntos rojos en la etapa reina de este humilde Blog.
Tras un par de semanas controlando la météo de la zona del sur de Francia, consigo encontrar un par de días libres de tormentas y con temperaturas agradables para poder rodar. Los días elegidos son el domingo 23 y el lunes 24 de septiembre. Jornadas perfectamente situadas en el calendario alfajarinense dentro del periodo espiritual de relajación y reflexión conocido como "entre-fiestas".
Así pues, me pongo en marcha sobre las 8:30 de la mañana y salgo camino a Huesca por la autovía E-7. Poco o nada se puede reseñar de este primer tramo, son unos 80 kilómetros de aburrimiento en los que la cabeza se suele ir a divagaciones de lo más extraño. En este caso, da la casualidad de que mi salida coincide con día de carreras de Moto GP en Motorland (Alcañíz), por lo que en el camino me cruzo con infinidad de moteros franchutes que vienen por el carril contrario a mi tierra a disfrutar de las carreras mientras me miran contrariados, como diciendo, "¿y este tío a dónde va?". Esto me hace pensar en una frase que leí hace no mucho: "ellos se ríen de mí porque soy diferente; yo me río de ellos porque son todos iguales". Da para pensar, ¿no?
Tras alcanzar Huesca tomo la N-240 y en Siétamo enlazo con el tramo de autovía hasta la salida en Barbastro. Ahí conecto con la N-123 y nos empezaremos a meter en materia. Tras pasar Estada, me adentro en la Ribagorza siguiendo el cauce del Ésera a través de los túneles de Olvena. Se trata de una sucesión de túneles (creo recordar 11) en un tramo muy vistoso de carretera, enclavada en el congosto que el propio río Ésera ha excavado paciente durante millones de años. Es un recorrido bastante entretenido, curveado y "laminero" para el que le guste meter zapatilla que nos llevará hasta el embalse de Barasona y hasta Graus. Para el que le guste esta zona y quiera conocer un poco más, puede echar un vistazo a esta otra entrada de mi blog: UN EMBALSE, UN PUEBLO ABANDONADO Y UN TEMPLO BUDISTA. UNA VUELTA POR EL PREPIRINEO
En Graus hago mi primera parada técnica para tomar algo y hacer el último repaso de última hora a los mapas. Aunque España suela ser muchas veces ejemplo de desorden y mala información, he de decir, que las experiencias que he tenido con los carteles y las señalizaciones viales en Francia han sido bastante más caóticas de lo que he visto nunca en España. Así pues, me empapo de los cruces, las carreteras y los desvíos clave que debo tomar y me pongo manos a la obra.
Arranco desde Graus dirección Capella por la A-1605 siguiendo el curso del Isábena aguas arriba. Es una carretera que nos llevará a una zona menos turística (aunque no por ello menos interesante) y sobre todo (y más importante) mucho menos concurrida. Poco a poco el paisaje se irá haciendo cada vez más verde e iremos encontrando grandes protagonistas del paisaje de la Ribagorza, como el macizo del Turbón, Roda de Isábena o Serraduy. La carretera empezará a presentar las primeras pendientes para ascender la sierra de Sis, coronando en el Puerto de Bonansa (1.380 mts.). El puerto es bastante sencillo pero a la vez entretenido, sirviendo para romper la monotonía de lo que llevamos viaje. Cabe destacar que Bonansa es el pueblo natal del que fuera Presidente de la Diputación General de Aragón entre los años 1.999 y 2.011, Don Marcelino Iglesias, por lo que se nota que la inversión en esta carretera ha sido notable destacando la anchura y calidad del firme en comparación con otros tramos anteriormente recorridos y otras muchas carreteras pirenaicas... Thanks Marcel Churches!!
Paisajes de la Ribagorza |
Llegados al cruce con la N-260 (otra opción para llegar hasta aquí desde Graus haciendo el Coll de Fadas, pero como he dicho antes, Marcelino era de Bonansa, no de Laspaules, por lo que la carretera está bastante más castigada). En el cruce tomaremos la N-230 que recorreremos prácticamente en una línea recta de 40 kms. hasta Viella a la que accederemos a través del popular túnel con el que comparte nombre. En este tramo iremos serpenteando entre las comunidades de Aragón y Cataluña, en una línea imaginaria que separará dos puntos fuertes del Pirineo como son Aigües Tortes y Posets Maladeta. El túnel cuenta con una distancia de más de cinco kilómetros y nos llevará directos hasta el Valle de Arán. Una vez ahí conduciremos dirección Francia por Bosost 15 kms. y nos encaramaremos al primer gigante de la ruta: el Col du Portillon (Eth Portilhon) (1.293 mts.). Se ha ascendido un total de 19 veces desde 1.957 en la ronda gala y cuenta con una subida de 8,6 kms. y una bajada de más de 10, con un porcentaje medio del 6,8%.
Este puerto hace las veces de frontera franco/española en la cima y se distingue por dos calidades muy distintas en el asfalto. La parte española cuenta con una anchura y un acabado en un estado infinitamente mejor que el del francés, que cuenta con una bajada mucho más agresiva, con un trazado de curvas más cerradas y con bastante gravilla. Me entretengo a hacer las fotos de rigor en un tramo de la vertiente española donde se ha levantado un monumento-homenaje a los ciclistas españoles que han ganado el Tour.
Monumento a los ciclistas españoles en Eth Portillon |
Una vez completado el descenso, conduzco por la D-618 hasta Saint-Mamet (un barrio a las afueras de Bagnères-de-Luchon) desde donde enlazo con mi siguiente subida: Superbagnères (1.791 mts.). Aquí ya estamos hablando de palabras mayores: 16,7 kms. cuesta arriba con una pendiente media del 6,8 %. Se trata del acceso por carretera a la estación de esquí del mismo nombre, en cuya cima se encuentra el Grand Hôtel Superbagnères (que da un mal rollazo que te cagas, en plan sanatorio mental abandonado). La subida es acojonante, especialmente los últimos 4 kilómetros, con el espectacular Valle de Lys como decorado de fondo a un lado y el pueblo de Bagnères-de-Luchon al otro. Como anécdota, señalar que actualmente se puede acceder directamente desde el pueblo a la estación mediante una sofisticada telecabina, pero que en pasado, este recorrido se hacía en un peculiar tren "de cremallera" (algo a mitad de camino entre el Canfranero y el tren de la Bruja de las ferias) que debía dar bastante cague. De cualquier modo, se ve que son unas instalaciones que van a menos y que distan mucho de lo que debió de ser aquello en sus días de gloria.
Valle de Lys desde la cima de Superbagnères |
En el Tour, tan solo se ha subido en 6 ocasiones, siendo dos de ellas una cronoescalada. Es una cima que no se ha vuelto a repetir desde el año 1.989.
Yo, por mi parte, aprovecho para comer algo en la cima y tirar unas cuantas fotos entre rebaños de vacas que pastan agradablemente y un tropel de domingueros (como yo) que echan el día en las praderas que pueblan la cima. Intento no entretenerme más de la cuenta, pues queda mucho día por delante y muchos puertos muy cañeros. Así pues, toca bajar por el mismo sitio por el que he hecho el ascenso (el puerto tiene tan solo una vertiente) y regresar a Saint-Mamet y a Bagnères-de-Luchon.
Ya desde el propio Bagnères podría decirse que arranca nuestro siguiente puerto. Aquí ya ha empezado el rock´n roll y la cosa no va a parar. La ascensión del Col de Peyresourde (1.570 mts.) son 14 kms. desde Bagnères. A diferencia que otros grandes puertos del Pirineo, este reparte el desnivel en largas rectas y tan solo tres curvas de herradura empinadísimas en el tramo final. El paisaje está completamente pelado, cubierto por grandes praderas y su cima sirve de línea divisoria entre los departamentos de Haute Garonne y Hautes Pyrènèes. Una de las peculiaridades que tiene este puerto es que en la cima, en vez de tener el típico cartel cutre donde los posers nos hacemos la foto, hay nada más y nada menos que una crepería donde me he comido los mejores crêpes que he probado in all mi fuckin´ life (y por 0,60 € cada uno). También se le puede poner la guinda al pastel subiendo el "acople" que tiene Peyresourde si le sumas la ascención a Peyragudes. Éste último sirve de acceso a la estación de esquí del mismo nombre que como peculiaridad (y a diferencia del tren chispita de Bagnères de Luchon) cuenta con un aeródromo para jets privados.
Ascensión al Peyresourde |
Este puerto es uno de los más rodados del Tour y ha sido ascendido en nada más y nada menos que 61 ocasiones desde el año 1.910. Contribuye a este récord de apariciones el hecho de que sea un puerto con dos vertientes y que comunique varios valles.
Tras la merendola de los crêpes bajo hacia el valle del Neste de Louron donde la complicada señalización francesa me hace callejear por los pueblecillos de Loudervielle, Estarvielle, Armenteule, Aranvielle, Loudenvielle y Génos... Por todos ellos...
Crepería en la cima de Peyresourde |
Finalmente, tras rodear el fantástico lago de Génos-Loudenvielle me encaramo a las primeras rampas de todo un clásico: el Col de Val Louron (1.580 mts.). Este puerto ya cuenta con las típicas curvas de herradura que salvarán un desnivel mayor (8,1%) en una distancia mucho menor (7 kms.) de los puertos vistos anteriormente. La subida es mucho más bonita, entre un bosque, con el lago y los pueblos de fondo y unos tipos en parapente volando por los cielos acompañando mi subida. Con este decorado tan "de postal" alcanzo la cima, desnuda de vegetación y con un asfalto bastante castigado que nos avisará de la precaución que deberemos tener en el descenso hacia Saint-Lary-Soulan por Azet. En la cima se encuentra la zona de saltos en parapente y la pequeña estación de esquí de Val Louron, por lo que es un entorno muy lleno de vida y de lo más aprovechado.
A los pies de Val Louron |
Algo que me ha resultado muy curioso de este puerto es que desde la cima se puede ver con total claridad el Peyresourde hacia el este y la subida a Pla d´Adet sobre Saint-Lary-Soulan hacia el oeste. Esta última se quedará en el tintero para la próxima por falta de tiempo en la planificación de la ruta.
Este puerto se ha subido en 5 ediciones siendo la primera y más significativa aquella de 1.991 en la que Claudio Chiapucci se llevó el triunfo de etapa, pero en la que Miguel Induráin se enfundó el primero de sus 5 maillots amarillos.
La bajada hacia Saint-Lary-Soulan es mucho más tendida (12 kms. al 3%), pero como he dicho antes, el asfalto está suelto y descuidado y las curvas están llenas de gravilla. De nuevo toca callejear por varios pueblecillos y enchufo rumbo norte por la D19 hacia Arreau pasando rotondas y travesías. He de decir que por el camino paso Ancizan, un pueblo en el que arranca un puertazo como es L´Hourquette d´Ancizan, pero para esta vez he preferido subir otro clásico como es el Aspin (1.490 mts.). Arrancando desde la misma localidad de Arreau se inician los 12 kms. de subida al 6,5 %. Es un puerto que da la sensación de ser bastante suave hasta las dos últimas herraduras. La carretera transcurre casi todo el rato entre prados y campos, con el bosque cubriendo las cimas de las montañas cercanas. Este puerto, a diferencia de los anteriores no albergan en su cima ninguna estación de esquí, sino que simplemente sirve como paso de montaña al valle donde se encuentra el cantón del Campan. Desde 1.947 se ha subido la friolera de 66 veces por su posición estratégica de "puerto de enlace" entre otros puertos de mayor calado.
Cima del Aspin |
En la base del puerto se encuentra la zona de recreo del Lac de Payolle, un lago artificial en torno al cual se realizan numerosas actividades al aire libre. También cuenta con una zona de bares y restaurantes donde aprovecho para hacer una parada, estirar las piernas y tomar algo. Sigo con mis divagaciones y no puedo evitar que aquella zona me recuerde al camping donde se desarrolla la acción de la película Dirty Dancing... Como castigo divino se me mete la cancioncilla en la cabeza mientras vuelvo a mis quehaceres en esto de las rutas en moto (Aaaii jaf, de taim of mai laaaaif...).
El Aspin es de esos puertos que se me hacen bastante sosos a la hora de subir, pero en los que la bajada la cosa mejora notablemente. La carretera se ensancha y el trazado está formado prácticamente por rectas que acompañan a varios riachuelos por sus correspondientes valles. Se nota que esta año ha sido cañero en lo que a lluvias se refiere, no solo porque esté todo mucho más verde que de costumbre, sino porque se adivinan los rastros que han hecho en las infraestructuras estas "pequeñas" corrientes de agua en los deshielos de las grandes montañas colindantes. Es una zona en la que se le puede retorcer un poco la oreja a la KTM (1050 Adventure), que ya lleva unas cuantas horas de viaje y se está portando como una campeona. Desde luego se ha ganado una buena dosis de gasolina francesa que por el precio que lleva supongo que estará hecha a partir de un compuesto extraído a base de cocaína, Channel Nº5 y cuerno de unicornio rallado...
Ascenso al Tourmalet; abajo la estación de La Mongie |
Más o menos a la altura de Sainte-Marie-Campan se empiezan a ver los carteles indicadores de la cuenta atrás para el ascenso del Col du Tourmalet (2.115 mts.). Poco o nada nuevo se puede decir que no se haya pronunciado antes respecto a este coloso. Su posición privilegiada junto a su hermano mayor, el Pic du Midi de Bigorre le convierte en vigilante y guardián de acceso al valle de Le Bastan. El ascenso se va haciendo como aquel que no quiere la cosa, cruzando pueblos y atravesando bosques sin grandes dificultades orográficas. A 3-4 kms. de la cima se encuentra la enorme estación de esquí de La Mongie, con toda su parafernalia de tiendas, apartamentos, remontes, telesillas... Desde la cual comienza el desnivel extremo hasta la cumbre. A partir de La Mongie, la vegetación ha desaparecido por completo y uno tiene la sensación de ser un enano motorizado que va subiendo sobre los hombros de descomunales Gullivers de piedra. Tras recorrer los 17 kms. al 7% que separan Campan de la cima, se vislumbra la escultura de Octave Lapize, el primer ciclista en coronarlo, allá por el año 1910. Con la suya, han sido 82 las ocasiones en que ha sido ascendido en el Tour.
Escultura de Octave Lapize en la cima |
Hay innumerables anécdotas en torno a este paso montañoso. Sin duda la más evidente alude a su propio nombre ("Camino Malo" o "camino de mal retorno") haciendo de su propio nombre todo un aviso a navegantes. Pero son las historias que lo vinculan a la ronda gala las que le dotaron de la popularidad que goza hoy en día. Sin ir más lejos, su "descubrimiento" e inclusión en el recorrido del Tour se debe a la mentira que contó Alphonse Steines a su jefe, Henri Desgrange allá por el año 1.909. Steines era un redactor del periódico L´Auto, patrocinador del Tour y el encargado de confeccionar el trazado de la carrera. Obsesionado por hacer pasar la Grande Boucle por los Pirineos insistió a Desgrange en que la carrera debía atravesar el Tourmalet, con la dificultad de que por aquel entonces tan solo era un peligrosísimo camino de cabras. Desgrange le invitó a que lo comprobase personalmente y Steines se fue para allá con un coche. Tras intentar completar los últimos kilómetros, el coche se tuvo que detener y Steines se vio obligado a completar a pata lo que restaba de ascensión para comprobar la viabilidad del mismo. Así pues, en su travesía, el redactor se perdió entre la nieve y apareció al día siguiente casi congelado en Barèges, desde donde envió a la redacción de L´Auto el siguiente telegrama: "He cruzado el Tourmalet. STOP. Buena carretera. STOP. Es transitable. STOP". WTF!
Si alguien está leyendo esto y le está picando el gusanillo de hacer esta ruta, o simplemente quiere visitar este puerto o la zona, he de advertirle que entre los meses de noviembre y mayo el Tourmalet queda cerrado al tráfico debido a la imposibilidad de transitarlo durante la época invernal debido a las impresionantes nevadas que acostumbran a caer por esta zona.
La bajada del Tourmalet es endiablada durante los primeros kilómetros y al igual que la del Aspin, una vez que se alcanza el parking que hay situado en la base, también es rápida y llena de rectas, no solo hasta Barèges, sino en los 25 kms. que separan la cima del puerto de la localidad de Luz-Saint-Saveur.
Conduzco acompañado por el río Bastan. Aunque durante estos días se encuentra en horas bajas, este cauce fluye por un amplio lecho de roca viva a través del cual es fácil adivinar que durante el deshielo debe ser una auténtica brutalidad. Al igual que pasaba en el valle anterior, esta primavera ha sido especialmente cañera, pues se puede observar que son numerosos los puentes y demás construcciones fluviales que han sido destrozadas o estaban en pleno proceso de remodelación debido a la fuerza con la que bajó el agua..
Del mismo modo que el Bastan desemboca en el Gave de Gavarnie, yo llego a las afueras de Luz-Saint-Saveur. Es el típico pueblo pirenaico francés, con casas de dos alturas de fachadas blancas y tejados de pizarra, con un trazado urbanístico muy bonito, en perfecta comunión con el entorno natural que la rodea. De fondo, y al más puro estilo de un paisaje de Heidi, el pueblo duerme bajo la sombra de una gran montaña completamente tapizada de pinos sobre la que se encuentra nuestra próxima parada: la estación de esquí de Luz Ardiden (1.700 mts.). Esta subida de 17,4 kms. al 6,7 % comienza encadenando varias pedanías de Luz-Saint-Saveur, pequeños pueblecillos separados por un par de kilómetros entre sí, con unas cuestas del carajo. Poco después, la carretera comienza a revirarse y a trepar por los terraplenes de la montaña en las ya famosas curvas de herradura. Según se va ascendiendo, el paisaje va cambiando radicalmente, haciendo que los bosques vayan dejando paso a las interminables praderas. Me llama la atención que durante la subida me cruzo con varios rebaños de cabras que tienen tomada literalmente la carretera. Para ello, la KTM 1050 Adventure cuenta con un motor LC8 que no es especialmente silencioso y que ayuda en la tarea de apartar al ganado (más que acostumbrados a toca-pelotas como yo) dando tan solo un par de acelerones.
El último tramo es especialmente vistoso y es el que nos servirá de acceso a la estación de esquí de Luz Ardiden. Esta es una estación que parece ser que se ha quedado bastante pasada de moda. A diferencia que las otras que se han ido viendo, esta presenta un abandono en sus instalaciones mucho más evidente. Sirva como muestra el famoso logo impreso en el edificio principal, al cual no le vendría mal un lavado de cara. Resulta curiosa también la falta de infraestructura: hoteles, restaurantes, alquiler de equipos que si se ven en el resto de estaciones de esquí de la zona.
Esta cima se ha coronado ocho veces en el Tour y ha servido de consagración para gente tan relevante como un tal Perico Delgado en 1.985 (primer año en que se subió), un tal Miguel Induráin en 1.990 e incluso un tal Lance Armstrong de cuyo nombre no quisiera ni acordarme...
Tras tirar las impresionantes fotos que se pueden hacer desde el parking inicio el descenso por el mismo sitio por el que he subido. Es importante apuntar que el puerto tiene dos subidas por la misma vertiente, por lo que se puede subir por un sitio y bajar por el otro y ambos caminos nos llevarán de vuelta a Luz (vía Grust y vía Viscos).
Una vez abajo busco el Hôtel de Londres (curioso nombre para estar en Francia...), en el que pasaré la noche, no sin antes pimplarme un buen par de jarras de cerveza y una cena en la que probé la mejor trucha que he comido never ever. A la hora de escoger el hotel, al igual que he hecho otras veces que he viajado en moto, mi criterio para elegir el hotel no fue otro más que contase con un parking vigilado. Este en concreto está muy bien y sin duda lo recomiendo.
Así pues, me instalo, me doy la ducha de rigor y hago las llamadas tranquilizadoras a la familia. Poco después, este que suscribe se va a la cama con mucho cansancio encima y la preocupación de ver a través de la ventana cómo se habían empezado a agolpar las nubes sobre las cimas de las montañas que me rodeaban.
DÍA 2.
Conduzco acompañado por el río Bastan. Aunque durante estos días se encuentra en horas bajas, este cauce fluye por un amplio lecho de roca viva a través del cual es fácil adivinar que durante el deshielo debe ser una auténtica brutalidad. Al igual que pasaba en el valle anterior, esta primavera ha sido especialmente cañera, pues se puede observar que son numerosos los puentes y demás construcciones fluviales que han sido destrozadas o estaban en pleno proceso de remodelación debido a la fuerza con la que bajó el agua..
Del mismo modo que el Bastan desemboca en el Gave de Gavarnie, yo llego a las afueras de Luz-Saint-Saveur. Es el típico pueblo pirenaico francés, con casas de dos alturas de fachadas blancas y tejados de pizarra, con un trazado urbanístico muy bonito, en perfecta comunión con el entorno natural que la rodea. De fondo, y al más puro estilo de un paisaje de Heidi, el pueblo duerme bajo la sombra de una gran montaña completamente tapizada de pinos sobre la que se encuentra nuestra próxima parada: la estación de esquí de Luz Ardiden (1.700 mts.). Esta subida de 17,4 kms. al 6,7 % comienza encadenando varias pedanías de Luz-Saint-Saveur, pequeños pueblecillos separados por un par de kilómetros entre sí, con unas cuestas del carajo. Poco después, la carretera comienza a revirarse y a trepar por los terraplenes de la montaña en las ya famosas curvas de herradura. Según se va ascendiendo, el paisaje va cambiando radicalmente, haciendo que los bosques vayan dejando paso a las interminables praderas. Me llama la atención que durante la subida me cruzo con varios rebaños de cabras que tienen tomada literalmente la carretera. Para ello, la KTM 1050 Adventure cuenta con un motor LC8 que no es especialmente silencioso y que ayuda en la tarea de apartar al ganado (más que acostumbrados a toca-pelotas como yo) dando tan solo un par de acelerones.
Cima de Luz-Ardiden |
Esta cima se ha coronado ocho veces en el Tour y ha servido de consagración para gente tan relevante como un tal Perico Delgado en 1.985 (primer año en que se subió), un tal Miguel Induráin en 1.990 e incluso un tal Lance Armstrong de cuyo nombre no quisiera ni acordarme...
Tras tirar las impresionantes fotos que se pueden hacer desde el parking inicio el descenso por el mismo sitio por el que he subido. Es importante apuntar que el puerto tiene dos subidas por la misma vertiente, por lo que se puede subir por un sitio y bajar por el otro y ambos caminos nos llevarán de vuelta a Luz (vía Grust y vía Viscos).
Carretera de acceso a Luz Ardiden |
Una vez abajo busco el Hôtel de Londres (curioso nombre para estar en Francia...), en el que pasaré la noche, no sin antes pimplarme un buen par de jarras de cerveza y una cena en la que probé la mejor trucha que he comido never ever. A la hora de escoger el hotel, al igual que he hecho otras veces que he viajado en moto, mi criterio para elegir el hotel no fue otro más que contase con un parking vigilado. Este en concreto está muy bien y sin duda lo recomiendo.
Así pues, me instalo, me doy la ducha de rigor y hago las llamadas tranquilizadoras a la familia. Poco después, este que suscribe se va a la cama con mucho cansancio encima y la preocupación de ver a través de la ventana cómo se habían empezado a agolpar las nubes sobre las cimas de las montañas que me rodeaban.
Vista desde el Hotel de Londres, en Luz Ardiden |
Amanezco demasiado temprano (o eso pienso yo) pues no se cuela ni un solo rayo de sol por las rendijas de la persiana. Tras correr las cortinas y asomarme por la ventana se confirman mis peores sospechas y veo que ha amanecido con una densa niebla agarrada a las montañas.
En la calle se desarrolla el trasiego normal de un lunes por la mañana en época escolar, con un tráfico bastante más abundante que el día anterior y el peligro que presentan la poca visibilidad y el asfalto húmedo que ha dejado la rosada.
Desayuno un croissant y un café con leche tan caliente que en cuyo interior bien podrían derretir un anillo un par de hobbits. Hago la maleta, cargo la moto, dejo el hotel y me pongo en marcha hacia el norte, dirección Argelès-Gazost. Sigo el cauce encañonado del Gave de Gavarnie por la D-921 y en la primera rotonda que encuentro cojo el desvío hacia la D-913 Es una carretera de montaña que va serpenteando entre el río y las montañas, cubierta a menudo por túneles y los famosos paravalanches pirenaicos. En el primer tramo es una carretera en la que podría correr, pero la presencia de camiones y tractores hacen el tráfico bastante lento. Para más inri, como he indicado antes, el suelo está completamente mojado y hay que circular calculando muy bien las frenadas y la inclinación en las curvas. Poco más adelante, esta carretera se convierte en una travesía que cruza un montón de pequeños pueblos y urbanizaciones en torno a Argelés-Gazost que se distribuyen al margen derecho de la carretera. Frente a mí, la niebla se va haciendo cada vez más espesa y parece como si las nubes tratasen de esconder justo aquello que había ido a buscar. Finalmente alcanzo el desvío de la D-100 hacia Couture Bague y empiezo a ascender entre un mar de nubes el mítico Col d´Hautacam (1.500 mts).
La niebla que estoy atravesando es extremadamente densa y cuesta mucho ver más allá de apenas cinco metros por delante de mi rueda. A pesar del pinlock y todo el copón, la visera del casco (Shoei Hornet Adventure) se llena de humedad y dificulta mucho más si cabe la conducción, por lo que la mayoría del tiempo me veo obligado a circular con la visera levantada. Tal y como voy subiendo estoy atento a los carteles informativos de la ascensión del puerto. Van a ser casi 13 kms. al 7,5 % y la poca visibilidad va a ser un problema. Al igual que sucede con Luz Ardiden, el primer tramo de este puerto también atraviesa un par de pueblos, el segundo un bosque y el tercero y último sube por una zona en la que apenas crece la vegetación. Por el camino me va asaltando la bajona e incluso la idea de dar media vuelta en cualquier momento, pero cuando parece que el desánimo se empieza a apoderar por completo de mí, a escasos tres kilómetros de la cima, como si se tratase de una intervención divina, el cielo se abre y Hautacam se eleva por encima de la posición de las nubes. De repente, todo empieza a cobrar sentido otra vez y puedo disfrutar el último tramo de puerto maravillándome con el mar de nubes infinito que se despliega bajo la montaña. Creo que pocas veces una imagen ha conseguido describir tan bien un estado de ánimo: siento que estoy en una nube.
Hautacam ha sido subido en 5 ocasiones en el Tour de France siendo Luc Leblanc el que desvirgase la meta en el año 1.994 y con una niebla muy parecida a la que padecí yo. En su cima se encuentra el Parc de Loisirs: una zona de esquí, paseos, actividades al aire libre, etc... ( http://www.hautacam.com/ ).
Bajo por el mismo sitio por el que he ascendido y regreso a Luz para continuar dirección sur por la D-921. Ahora que lo veo creo que podría haber alterado el orden de la ruta, ahorrando algún que otro kilómetro, pero he de reconocer que este siguiente paso fue bastante improvisado.
Conduzco durante 40 kms. dirección sur mientras observo con alegría cómo parece que las nubes se están empezando a disipar. Podría decirse que el siguiente paso montañoso que me espera comienza en Luz, pero eso sería decir que estamos ante un puerto de 27 kms. de longitud y eso quizá no sea del todo cierto, por lo que iniciaré el puerto desde la localidad de Gèdre. Desde ahí podría tomar dos direcciones, una hacia el popular circo de Gavarnie y otra hacia el menos desconocido Cirque du Troumouse. En esta ocasión he decidido visitar este misterioso lugar del que tan poco he oído hablar y eso que cuenta en su cima a más de 2.100 metros de altitud con nada más y nada menos que el circo glaciar más grande de toda Europa, con un diámetro de 4 kms.
Como ya he dicho antes, este es un lugar mucho menos popular y menos turístico que el vecino circo de Gavarnie, por lo que la carretera, ya en los primeros tramos va a ser sin duda la más castigada y peor conservada que he transitado hasta ahora en el país galo. También he de decir que desde el mismo Gèdre ya van a arrancar unas cuestas del copón y desde ahí, prácticamente recto pero picando hacia arriba hasta una aldea que se llama Heas y que da nombre al riachuelo que nos ha ido acompañando durante todo este tramo. Poco más adelante hay una caseta en la que se debe pagar 2 € y que hace las veces de acceso al parque natural. Y aquí empieza una película muy distinta a todo lo visto hasta ahora...
La carretera sigue recto hacia una montaña en la que parece que se va a cortar el trayecto, cuando de repente comienza el primer tramo de curvas cerradas al 8 - 9%. 13 curvas que en apenas 4 kms. nos van a encaramar a lo más alto (o al menos eso me pensaba yo) dejándonos por encima de las nubes. Todavía flasheado por el puerto que acabo de subir llego hasta un parking con un pequeño restaurante encajonado en un mini valle glaciar.
"Pues tampoco es para tanto", pienso en un primer momento mientras levanto la cabeza hacia las montañas que me dan sombra y veo algo parecido a un camino que serpentea justo hasta la cima... "no puede ser...".
No hay que olvidar que ya estamos a nada menos que a 1.800 metros de altitud y rodeados de roca viva, por lo que me hago a la idea (equivocada) de que poco más puede quedar más allá de aquel sitio. Lo que no sabía yo era que me quedaban más de 400 metros de desnivel positivo por alcanzar, a través de las rampas más acojonantes que este humilde servidor que suscribe ha ascendido jamás. Son solo 8 las curvas que componen el trazado, ¡pero qué 8 curvas! ¡Vaya 2,5 últimos kms. con una pendiente media de más del 12%!
Si lo recorrido hasta ahora no es de por sí un premio, al alcanzar la última curva se encuentra la verdadera recompensa: El Cirque de Troumouse (2.150 mts.). Cuando se contempla por primera vez este accidente geográfico es bastante difícil situarse, pues son tan desproporcionadas sus dimensiones que cuesta creer que se trate de un circo glaciar como los que pueda estar acostumbrado a ver. Las crestas que lo rodean, cubiertas de nubes llegan a alcanzar los 3.000 metros de altitud y curiosamente sirven de frontera entre Francia y España. Por situarnos en el espacio, nos encontramos a apenas veinte kilómetros en línea recta hacia el sur del aragonés Monte Perdido y a 10 del francés Macizo de Néouvielle. Más o menos en el centro de Troumouse hay un montículo desde el que se puede contemplar el paisaje en toda su plenitud y donde no pierdo la oportunidad de hacer fotos, vídeos y hasta un chorizo de esos que suelen salir cuando intentas hacer algo parecido a una panorámica. Cuando te encuentras en medio de aquel "cenicero gigante de roca" te sientes muy pequeño y no puedes evitar que venga a tu mente la típica imagen con que se ha representado siempre al Monte Olimpo en el que viven Zeus, Apolo y el resto de la cuadrilla de los Dioses de la Antigua Grecia. Me tomo mi tiempo y doy un pequeño paseo por la zona, en muy pocos lugares he conseguido respirar la paz y la tranquilidad que desprende este lugar tan mágico.
Este puerto no ha sido subido nunca en el Tour de Francia, por lo que sería una de esas subidas inéditas que tanto promocionan en la carrera tras ediciones monótonas y aburridas (como lo han sido las últimas 4 del Tour). Así pues, no me extrañaría que de aquí a un futuro no muy lejano se cuente con este "nuevo descubrimiento" para tratar de amenizar la carrera y (sobre todo) generar mayor expectación. Aunque quizá, es posible que dada su condición de parque natural, la legislación actual no lo permita, pero debo decir que justo en aquel momento, unos operarios estaban acondicionando una explanada de asfalto en la cima... Por lo que... ¿Quién sabe lo que puede suceder en el futuro?
Con todo el subidón que llevo encima me lanzo a la bajada de nuevo hacia Luz y a Argelès-Gazost; 60 Kms. hasta el desvío de la D-918 hacia el oeste. Al iniciar la bajada me sorprende encontrarme con un montón de marmotas (sí, marmotas, yo tampoco sabía que abundaban de esa manera en el Pirineo), las cuales han hecho de las laderas de este parque natural su particular hábitat natural. Desciendo hacia Gèdre y poco antes de regresar (otra vez) a Luz-Saint-Saveur me detengo en el Puente de Napoleón, una importante construcción del S. XIX en la que hago unas fotos y repaso lo que queda de ruta.
Cuando parecía que las nubes habían desaparecido por completo empiezo a coger de nuevo altura progresivamente hacia la frontera que separa el departamento de Hautes Pyrènèes del de Pyrènèes-Altantiques. Tal y como voy subiendo la niebla se va haciendo más y más densa hasta niveles que me recuerdan demasiado la subida de Hautacam y que vuelven a complicar bastante la conducción. Esa línea imaginaria se encuentra sobre la cima de mi siguiente objetivo: el Col du Soulor (1.450 mts.). Aunque la carretera empieza a picar desde el propio Argelès-Gazost, consideraré el puerto a partir de la localidad de Arrens-Marsous, desde donde nos separarán de la cima 7,5 kms. a más del 7%.
Esta carretera es bastante buena, pero es una travesía que cruza demasiados pueblos, por lo que hay que andarse con cuidado a la hora de atravesar estas localidades y evitar venirse muy arriba. El tráfico es bastante denso, y hay una gran presencia de ciclistas, por lo que hay que extremar la precaución. El último tramo es un trazado mucho más típico "de puerto", pero no lo consigo disfrutar al máximo al ir metiéndome cada vez más en la espesura de la niebla. Una vez coronado el puerto, se inicia un descenso mínimo de 4 kms. y enlazo con el siguiente gigantón.
El Soulor se ha ascendido en 50 ocasiones desde 1.947, a pesar de que en muchas de ellas no ha sido puntuable, al considerarlo un "apéndice" de su hermano mayor, el cercano Col D´Aubisque. Personalmente, cuando veo el perfil de la ruta, no me cabe la menor duda de que Soulor es poco más que un saliente de la verdadera ascensión: el Col d´Aubisque, aunque entiendo que a nivel ciclista, la bajada intermedia de 4 kms. marca un punto de inflexión.
Es una auténtica pena no poder disfrutar al 100% del (resto del) ascenso del Col d´Aubisque (1.709 mts.) en el tramo que lo conecta con el Soulor. Recuerdo hace 3 veranos esta espectacular carretera excavada en la roca con el impresionante valle que se despliega al fondo. La vía es estrecha y las condiciones extremas del clima la tienen bastante castigada, pero al fin y al cabo esta cima es una leyenda. Y una leyenda es una leyenda aquí y en Tombuctú.
Al igual que en el Soulor, la niebla de los Pirineos Atlánticos se ha agarrado a base de bien a las montañas y me veo obligado a hacer la subida con máxima precaución, debido a la penosa visibilidad, por no hablar de que voy totalmente empapado y conduciendo sobre una carretera con unos charcos, y baches que dejan bastante que desear. Yo siempre he dicho que lo que mola cuando se hace un viaje de esta guisa es "sufrir" un poquillo, ese es el factor determinante que hace que las rutas marquen la diferencia y se disfruten con mayúsculas; pero lo de estos 7 kms. distan mucho de cualquier tipo de "disfrute" y sin embargo se reafirman en el verbo "sufrir" de un modo demasiado literal.
Cuando veo las bicicletas gigantes que decoran la cima casi me tiro de rodillas para besar el suelo. Pero después pienso en los 17 kms. de bajada que me quedan hasta Eaux-Bonnes y me limito a almorzar algo en uno de los restaurantes de la cima, por supuesto, y a pesar de ser lunes y hacer el tiempo que hace, atestado de ciclistas.
Junto al Tourmalet y Alpe d´Huez, el Aubisque es uno de los tres puertos más relevantes de la historia del Tour. Se ha ascendido un total de 48 veces desde el año 1.947 siendo tan solo en dos ocasiones final en alto de la carrera.
Emprendo mi descenso hacia Eaux-Bonnes y Laruns con sumo cuidado y a pesar de que la niebla no es tan espesa como en la cima, consulto el estado del tiempo y decido modificar mi ruta y volver a casa antes de lo esperado.
El proyecto original se internaba hacia el oeste en Pirineos Atlánticos para subir el Marie-Blanque, Labays y volver a España por Navarra atravesando antes La Pierre de Saint Martin. Pero la climatología manda y decido regresar a España por el Col du Pourtalet (1.790 mts.). El ascenso del Portalet comienza prácticamente desde Laruns y tiene una longitud de casi 28 kms. a traves del valle de Ossau. La carretera es revirada pero rápida y cuenta con numerosos lugares pintorescos: presas, parques, pueblos, trenes turísticos,... Por mi parte, tal y como me voy acercando a la frontera española me voy sacudiendo poco a poco la niebla de encima y voy entrando en calorcillo. A escasos kilómetros de la cima-frontera el paisaje antes encañonado y boscoso comienza a abrirse y a mostrar esos típicos picos rocosos que se alzan sobre las interminables praderas que nos anuncian que ya hemos llegado a la linde con el aragonés Valle de Tena.
Reposto gasolina, como una espectacular tortilla de patata en la gasolinera de Formigal y vuelvo a casa bajo un sol de justicia (hay que joderse...) para encontrarme con las chapuzas del Monrepós, el cierzo lateral que tan poco había echado de menos en la autovía de Huesca y el tráfico de la Z-40 de un lunes cualquiera en torno a la inmortal ciudad de Zaragoza.
Conclusiones de la ruta:
En 2015, tras regresar con la Triumph de mi viaje por los Pirineos, en la entrada de este blog ( TRANSPIRENAICA 2015 ) escribí lo siguiente:
Al acabar esta ruta en casa y repasar los mapas te quedas con la sensación de que te has perdido más de lo que has hecho. Y es que el Pirineo en sí, tanto en su vertiente francesa como en la española, tiene una infinidad de posibilidades a todos los niveles.
Por lo que ya sólo queda cruzar los dedos y esperar a la próxima oportunidad para volver a cabalgar sobre los hombros de los gigantes pirenaicos a defender el maillot blanco a topos rojos.
Y hoy, tres años después no puedo más que suscribirlo palabra por palabra, intentando que para la próxima no vuelvan a pasar otros tres años.
Enlace a la ruta realizada:
ENLACE RUTA A GOOGLE MAPS
Proyecto inicial:
ENLACE RUTA PROYECTO INICIAL
Sobradero de fotos:
En la calle se desarrolla el trasiego normal de un lunes por la mañana en época escolar, con un tráfico bastante más abundante que el día anterior y el peligro que presentan la poca visibilidad y el asfalto húmedo que ha dejado la rosada.
Desayuno un croissant y un café con leche tan caliente que en cuyo interior bien podrían derretir un anillo un par de hobbits. Hago la maleta, cargo la moto, dejo el hotel y me pongo en marcha hacia el norte, dirección Argelès-Gazost. Sigo el cauce encañonado del Gave de Gavarnie por la D-921 y en la primera rotonda que encuentro cojo el desvío hacia la D-913 Es una carretera de montaña que va serpenteando entre el río y las montañas, cubierta a menudo por túneles y los famosos paravalanches pirenaicos. En el primer tramo es una carretera en la que podría correr, pero la presencia de camiones y tractores hacen el tráfico bastante lento. Para más inri, como he indicado antes, el suelo está completamente mojado y hay que circular calculando muy bien las frenadas y la inclinación en las curvas. Poco más adelante, esta carretera se convierte en una travesía que cruza un montón de pequeños pueblos y urbanizaciones en torno a Argelés-Gazost que se distribuyen al margen derecho de la carretera. Frente a mí, la niebla se va haciendo cada vez más espesa y parece como si las nubes tratasen de esconder justo aquello que había ido a buscar. Finalmente alcanzo el desvío de la D-100 hacia Couture Bague y empiezo a ascender entre un mar de nubes el mítico Col d´Hautacam (1.500 mts).
Mar de nubes a los pies de Hautacam |
La niebla que estoy atravesando es extremadamente densa y cuesta mucho ver más allá de apenas cinco metros por delante de mi rueda. A pesar del pinlock y todo el copón, la visera del casco (Shoei Hornet Adventure) se llena de humedad y dificulta mucho más si cabe la conducción, por lo que la mayoría del tiempo me veo obligado a circular con la visera levantada. Tal y como voy subiendo estoy atento a los carteles informativos de la ascensión del puerto. Van a ser casi 13 kms. al 7,5 % y la poca visibilidad va a ser un problema. Al igual que sucede con Luz Ardiden, el primer tramo de este puerto también atraviesa un par de pueblos, el segundo un bosque y el tercero y último sube por una zona en la que apenas crece la vegetación. Por el camino me va asaltando la bajona e incluso la idea de dar media vuelta en cualquier momento, pero cuando parece que el desánimo se empieza a apoderar por completo de mí, a escasos tres kilómetros de la cima, como si se tratase de una intervención divina, el cielo se abre y Hautacam se eleva por encima de la posición de las nubes. De repente, todo empieza a cobrar sentido otra vez y puedo disfrutar el último tramo de puerto maravillándome con el mar de nubes infinito que se despliega bajo la montaña. Creo que pocas veces una imagen ha conseguido describir tan bien un estado de ánimo: siento que estoy en una nube.
Cima de Hautacam |
Hautacam ha sido subido en 5 ocasiones en el Tour de France siendo Luc Leblanc el que desvirgase la meta en el año 1.994 y con una niebla muy parecida a la que padecí yo. En su cima se encuentra el Parc de Loisirs: una zona de esquí, paseos, actividades al aire libre, etc... ( http://www.hautacam.com/ ).
Bajo por el mismo sitio por el que he ascendido y regreso a Luz para continuar dirección sur por la D-921. Ahora que lo veo creo que podría haber alterado el orden de la ruta, ahorrando algún que otro kilómetro, pero he de reconocer que este siguiente paso fue bastante improvisado.
Conduzco durante 40 kms. dirección sur mientras observo con alegría cómo parece que las nubes se están empezando a disipar. Podría decirse que el siguiente paso montañoso que me espera comienza en Luz, pero eso sería decir que estamos ante un puerto de 27 kms. de longitud y eso quizá no sea del todo cierto, por lo que iniciaré el puerto desde la localidad de Gèdre. Desde ahí podría tomar dos direcciones, una hacia el popular circo de Gavarnie y otra hacia el menos desconocido Cirque du Troumouse. En esta ocasión he decidido visitar este misterioso lugar del que tan poco he oído hablar y eso que cuenta en su cima a más de 2.100 metros de altitud con nada más y nada menos que el circo glaciar más grande de toda Europa, con un diámetro de 4 kms.
Como ya he dicho antes, este es un lugar mucho menos popular y menos turístico que el vecino circo de Gavarnie, por lo que la carretera, ya en los primeros tramos va a ser sin duda la más castigada y peor conservada que he transitado hasta ahora en el país galo. También he de decir que desde el mismo Gèdre ya van a arrancar unas cuestas del copón y desde ahí, prácticamente recto pero picando hacia arriba hasta una aldea que se llama Heas y que da nombre al riachuelo que nos ha ido acompañando durante todo este tramo. Poco más adelante hay una caseta en la que se debe pagar 2 € y que hace las veces de acceso al parque natural. Y aquí empieza una película muy distinta a todo lo visto hasta ahora...
Carretera de ascenso al Cirque du Troumouse |
La carretera sigue recto hacia una montaña en la que parece que se va a cortar el trayecto, cuando de repente comienza el primer tramo de curvas cerradas al 8 - 9%. 13 curvas que en apenas 4 kms. nos van a encaramar a lo más alto (o al menos eso me pensaba yo) dejándonos por encima de las nubes. Todavía flasheado por el puerto que acabo de subir llego hasta un parking con un pequeño restaurante encajonado en un mini valle glaciar.
"Pues tampoco es para tanto", pienso en un primer momento mientras levanto la cabeza hacia las montañas que me dan sombra y veo algo parecido a un camino que serpentea justo hasta la cima... "no puede ser...".
No hay que olvidar que ya estamos a nada menos que a 1.800 metros de altitud y rodeados de roca viva, por lo que me hago a la idea (equivocada) de que poco más puede quedar más allá de aquel sitio. Lo que no sabía yo era que me quedaban más de 400 metros de desnivel positivo por alcanzar, a través de las rampas más acojonantes que este humilde servidor que suscribe ha ascendido jamás. Son solo 8 las curvas que componen el trazado, ¡pero qué 8 curvas! ¡Vaya 2,5 últimos kms. con una pendiente media de más del 12%!
Vista en relieve del circo de Troumouse |
Si lo recorrido hasta ahora no es de por sí un premio, al alcanzar la última curva se encuentra la verdadera recompensa: El Cirque de Troumouse (2.150 mts.). Cuando se contempla por primera vez este accidente geográfico es bastante difícil situarse, pues son tan desproporcionadas sus dimensiones que cuesta creer que se trate de un circo glaciar como los que pueda estar acostumbrado a ver. Las crestas que lo rodean, cubiertas de nubes llegan a alcanzar los 3.000 metros de altitud y curiosamente sirven de frontera entre Francia y España. Por situarnos en el espacio, nos encontramos a apenas veinte kilómetros en línea recta hacia el sur del aragonés Monte Perdido y a 10 del francés Macizo de Néouvielle. Más o menos en el centro de Troumouse hay un montículo desde el que se puede contemplar el paisaje en toda su plenitud y donde no pierdo la oportunidad de hacer fotos, vídeos y hasta un chorizo de esos que suelen salir cuando intentas hacer algo parecido a una panorámica. Cuando te encuentras en medio de aquel "cenicero gigante de roca" te sientes muy pequeño y no puedes evitar que venga a tu mente la típica imagen con que se ha representado siempre al Monte Olimpo en el que viven Zeus, Apolo y el resto de la cuadrilla de los Dioses de la Antigua Grecia. Me tomo mi tiempo y doy un pequeño paseo por la zona, en muy pocos lugares he conseguido respirar la paz y la tranquilidad que desprende este lugar tan mágico.
Curvas de herradura cerca de la "cima" de Troumouse |
Este puerto no ha sido subido nunca en el Tour de Francia, por lo que sería una de esas subidas inéditas que tanto promocionan en la carrera tras ediciones monótonas y aburridas (como lo han sido las últimas 4 del Tour). Así pues, no me extrañaría que de aquí a un futuro no muy lejano se cuente con este "nuevo descubrimiento" para tratar de amenizar la carrera y (sobre todo) generar mayor expectación. Aunque quizá, es posible que dada su condición de parque natural, la legislación actual no lo permita, pero debo decir que justo en aquel momento, unos operarios estaban acondicionando una explanada de asfalto en la cima... Por lo que... ¿Quién sabe lo que puede suceder en el futuro?
Con todo el subidón que llevo encima me lanzo a la bajada de nuevo hacia Luz y a Argelès-Gazost; 60 Kms. hasta el desvío de la D-918 hacia el oeste. Al iniciar la bajada me sorprende encontrarme con un montón de marmotas (sí, marmotas, yo tampoco sabía que abundaban de esa manera en el Pirineo), las cuales han hecho de las laderas de este parque natural su particular hábitat natural. Desciendo hacia Gèdre y poco antes de regresar (otra vez) a Luz-Saint-Saveur me detengo en el Puente de Napoleón, una importante construcción del S. XIX en la que hago unas fotos y repaso lo que queda de ruta.
Circo de Troumouse |
Cuando parecía que las nubes habían desaparecido por completo empiezo a coger de nuevo altura progresivamente hacia la frontera que separa el departamento de Hautes Pyrènèes del de Pyrènèes-Altantiques. Tal y como voy subiendo la niebla se va haciendo más y más densa hasta niveles que me recuerdan demasiado la subida de Hautacam y que vuelven a complicar bastante la conducción. Esa línea imaginaria se encuentra sobre la cima de mi siguiente objetivo: el Col du Soulor (1.450 mts.). Aunque la carretera empieza a picar desde el propio Argelès-Gazost, consideraré el puerto a partir de la localidad de Arrens-Marsous, desde donde nos separarán de la cima 7,5 kms. a más del 7%.
Últimas rampas de acceso al Soulor |
El Soulor se ha ascendido en 50 ocasiones desde 1.947, a pesar de que en muchas de ellas no ha sido puntuable, al considerarlo un "apéndice" de su hermano mayor, el cercano Col D´Aubisque. Personalmente, cuando veo el perfil de la ruta, no me cabe la menor duda de que Soulor es poco más que un saliente de la verdadera ascensión: el Col d´Aubisque, aunque entiendo que a nivel ciclista, la bajada intermedia de 4 kms. marca un punto de inflexión.
Es una auténtica pena no poder disfrutar al 100% del (resto del) ascenso del Col d´Aubisque (1.709 mts.) en el tramo que lo conecta con el Soulor. Recuerdo hace 3 veranos esta espectacular carretera excavada en la roca con el impresionante valle que se despliega al fondo. La vía es estrecha y las condiciones extremas del clima la tienen bastante castigada, pero al fin y al cabo esta cima es una leyenda. Y una leyenda es una leyenda aquí y en Tombuctú.
Cima del Aubisque |
Cuando veo las bicicletas gigantes que decoran la cima casi me tiro de rodillas para besar el suelo. Pero después pienso en los 17 kms. de bajada que me quedan hasta Eaux-Bonnes y me limito a almorzar algo en uno de los restaurantes de la cima, por supuesto, y a pesar de ser lunes y hacer el tiempo que hace, atestado de ciclistas.
Junto al Tourmalet y Alpe d´Huez, el Aubisque es uno de los tres puertos más relevantes de la historia del Tour. Se ha ascendido un total de 48 veces desde el año 1.947 siendo tan solo en dos ocasiones final en alto de la carrera.
Un servidor en la cima del Aubisque |
Emprendo mi descenso hacia Eaux-Bonnes y Laruns con sumo cuidado y a pesar de que la niebla no es tan espesa como en la cima, consulto el estado del tiempo y decido modificar mi ruta y volver a casa antes de lo esperado.
El proyecto original se internaba hacia el oeste en Pirineos Atlánticos para subir el Marie-Blanque, Labays y volver a España por Navarra atravesando antes La Pierre de Saint Martin. Pero la climatología manda y decido regresar a España por el Col du Pourtalet (1.790 mts.). El ascenso del Portalet comienza prácticamente desde Laruns y tiene una longitud de casi 28 kms. a traves del valle de Ossau. La carretera es revirada pero rápida y cuenta con numerosos lugares pintorescos: presas, parques, pueblos, trenes turísticos,... Por mi parte, tal y como me voy acercando a la frontera española me voy sacudiendo poco a poco la niebla de encima y voy entrando en calorcillo. A escasos kilómetros de la cima-frontera el paisaje antes encañonado y boscoso comienza a abrirse y a mostrar esos típicos picos rocosos que se alzan sobre las interminables praderas que nos anuncian que ya hemos llegado a la linde con el aragonés Valle de Tena.
Col du Portalet - frontera hispano-francesa |
Reposto gasolina, como una espectacular tortilla de patata en la gasolinera de Formigal y vuelvo a casa bajo un sol de justicia (hay que joderse...) para encontrarme con las chapuzas del Monrepós, el cierzo lateral que tan poco había echado de menos en la autovía de Huesca y el tráfico de la Z-40 de un lunes cualquiera en torno a la inmortal ciudad de Zaragoza.
Conclusiones de la ruta:
En 2015, tras regresar con la Triumph de mi viaje por los Pirineos, en la entrada de este blog ( TRANSPIRENAICA 2015 ) escribí lo siguiente:
Al acabar esta ruta en casa y repasar los mapas te quedas con la sensación de que te has perdido más de lo que has hecho. Y es que el Pirineo en sí, tanto en su vertiente francesa como en la española, tiene una infinidad de posibilidades a todos los niveles.
Por lo que ya sólo queda cruzar los dedos y esperar a la próxima oportunidad para volver a cabalgar sobre los hombros de los gigantes pirenaicos a defender el maillot blanco a topos rojos.
Y hoy, tres años después no puedo más que suscribirlo palabra por palabra, intentando que para la próxima no vuelvan a pasar otros tres años.
Enlace a la ruta realizada:
ENLACE RUTA A GOOGLE MAPS
Proyecto inicial:
ENLACE RUTA PROYECTO INICIAL
Sobradero de fotos:
No hay comentarios:
Publicar un comentario